domingo, 30 de noviembre de 2008

DEL RESPETO EN LA ENSEÑANZA


Mucho se ha escrito, y con razón, del necesario respeto a la difícil labor docente del maestro. Cada vez encuentran mayores dificultades para imponer la necesaria disciplina y el orden imprescindible en las aulas para que su trabajo resulte útil a todos sus alumnos, para poder cumplir con la programación del curso y para que sus enseñanzas lleguen con claridad y sin distorsiones a todos a los que se dirige.
En ocasiones somos los propios padres los que contribuimos con actitudes y mensajes equivocados a excusar y justificar un comportamiento de nuestros hijos que dificulta enormemente el desarrollo de la vida docente y la convivencia en el centro escolar. Es imprescindible el entendimiento y la colaboración padre-maestro para conseguir que mejore día a día la educación de nuestros hijos.

Tan importante como el descrito es, sin embargo, el respeto del profesor hacia el alumno. Con demasiada frecuencia se olvidan de que su “material de trabajo” se compone de jóvenes con necesidad de sentir correspondido el afecto, la admiración y el liderazgo que el profesor ejerce en ellos.
Con demasiada frecuencia son reemplazados (tras largas ausencias en las que los alumnos quedan “huérfanos” en su asignatura o tutoría) por enfermedad, cambio de destino o cualquier otra causa sin que nadie se digne a darles una explicación ni unas simples palabras de despedida.

Se nos imputa a menudo a las familias la responsabilidad única en la educación de los jóvenes. “Hacen lo que ven hacer en casa” es una frase muy socorrida y generalmente aceptada como justificación de determinados comportamientos, eximiéndonos de nuestra propia responsabilidad y olvidando que quién mayor influencia ejerce sobre ellos son aquellos de los que aprenden, con los que conviven la mayor parte de su jornada diaria, a los que admiran y respetan por el simple ejercicio de su magisterio.
La educación en valores es obligación de todos, especialmente de los educadores.

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